08 agosto, 2010

Cancha de tierra


Al hacer un viaje por las poblaciones con más riqueza cultural (cultura de verdad, no esa que se compra con una entrada al cine o a una galería) durante un fin de semana es posible ver como desde muy temprano en la mañana y hasta como las 3 de la tarde los lugares que durante la semana están relegados a peladeros y refugio de quien lo necesite, se llenan de vida para convertirse en los centros de la vida social del barrio y del sector. Me refiero a las nunca bien valoradas ligas de barrio, esas eternas jornadas que parten cerca de las 9 de la mañana con la categoría primera infantil en la que se puede ver a pequeños de no más de 5 años tratar de dominar una raspada pelota, envueltos en camisetas que les llegan más abajo de la rodilla.

"Ráfaga" sonando, mientras el crack del equipo esquiva rivales y piedras para sacar un zurdazo al ángulo que no logra despertar más atención que la tía de los completos y las sopaipillas, que se venden detrás de la malla de un arco, acto tan temerario como apetitoso. Avanzando en la jornada, se ven correr las mismas camisetas que durante la mañana cubrían los pantalones de los niños pero que sin embargo ahora contienen los abdómenes de los notables viejos cracks. Si tenemos algo de suerte podremos ser testigos de cuando el criterio del árbitro no es compartido y la justicia se impone con las manos. Todo esto en una cancha de tierra.

Es que las ligas de barrio no son sólo 22 tipos corriendo detrás de una pelota, me parece que esa visión del fútbol se egoísta y pasa por alto todo el fenómeno cultural que se genera en torno al deporte. En una liga de barrio las personas son capaces de escapar de la rutina de sus vidas para dejar todo en una cancha con el único interés de cuidar el honor de un club que se llega a querer tanto como se quiere a un miembro de la familia. En este fenómeno no sólo participa el jefe de hogar, sino que muchas veces se convierte en la instancia que reúne a la familia ya que participan los padres que inducen a sus hijos hombres, los cuales actúan como gancho para las madres que van a ver cómo sus campeones se lucen o sufren por la "gordita regalona". 

Me parece que el fútbol de barrio se transforma en un camino por el cual podemos llegar experimentar las emociones de la vida real pero de una manera mucho más inmediata y con muchas menos repercusiones en nuestras vidas. La alegría, la euforia, la ira, el fracaso, la tristeza son emociones que se encuentran de una manera inalienable en la vida real, pero vivirlas realmente requiere grandes esfuerzos o grandes daños. Es por esto que el fútbol de barrio se constituye en una plataforma de lo que de verdad somos y de lo que queremos ser y sentir, en una cancha de tierra somos capaces de convertirnos en verdaderos héroes por ser capaces de a último minuto sacarnos a dos rivales enfrentar al arquero y con un quiebre de cintura tirarlo para el otro lado mientras nuestra pierna derecha ya envía la pelota al fondo de la malla, junto a la piedra que la afirma al suelo.

Al terminar quiero nombrar la liga General Bonilla de Pudahuel, la puede visitar todos los fines de semana en al costado derecho de la salida de Santiago por la ruta 68 y al ya extinto Santiago Juniors y a todos quienes en su momento cumplimos nuestros sueños con esa camiseta.

04 agosto, 2010

Levantamos la pandereta!


Pandereta de barrio pretende ser un espacio que se aleje lo más posible a una mirada moderna y poco pertinente de las cosas, más bien busca entregar una mirada subjetiva de las cosas más propias y cotidianas de nuestra cultura (con todo lo que eso incluye).

En nuestra sociedad las murallas representan algo más que construcciones funcionales para protegernos de la intemperie, y han pasado a convertirse en un punto de encuentro en el cual se producen instancias de convivencia que a lo largo del tiempo desembocan en relaciones de vecinos, amigos, parejas, etc. Apoyados en una muralla y en buena compañía somos capaces de pasar horas hablando de los más diversos temas sin censurar nada. 

Es por esto que esta pandereta es un espacio para reflexionar sobre las ferias libres, las pichangas de barrio, las cantinas y sus curados durmiendo en la puerta, la gente seria del metro y de cómo cambiamos nuestro comportamiento entre las estaciones ULA y Los leones.

Lograr aproximarnos a estas cosas como expresiones de nuestra verdadera identidad cultural es el propósito esta pandereta que aunque esté mal estucada, por ganas no se queda.